lunes, 27 de junio de 2016

Un robot para las vacaciones.



Un robot para las vacaciones.
(Marie Tenaille y Monique Touvay. Adaptado)

Narrador: Era el momento… era el minuto esperado. Por fin el profesor Nikelec sabría de qué era capaz el pequeño robot que había construido en su taller.
Nikelec: ¡Ya está: conectado! ¡Bien, funciona! Te llamarás Gotou. Te he construido como un ser inteligente. Las conexiones que hay dentro de tu cabeza harán que me obedezcas al sonido de mi voz. Tú sabrás hacer de todo. ¡Serás Gotou el HáceloTodo!
Goto: O.K. de acuerdo. Me gustaría que me llamaras Goto-el Robot.
Nikelec: Entonces serás Goto.
Narrador: El profesor Nikelec, un poco asombrado, creyó que sería necesario algún tipo de ajuste, todavía. Pero lo haría a la mañana siguiente y dejó al muñeco de metal en el estudio y él se fue al jardín a regar sus claveles.
El pequeño robot se dirigió, con paso decidido, hacia la puerta del taller. Giró el picaporte y salió. Avanzó con rapidez por un camino de tierra. No tardó en dejar atrás su casa y acercarse a la autopista. En un par de minutos alcanzó una gasolinera. Un auto de color rojo se estacionó frente al dispensador de combustible. El pequeño robot, muy cerca del auto, sin saber por qué, levantó su brazo derecho.
Alec: Mira, un robot que está haciendo auto-stop.
Cecile: Subámoslo, antes que papá reanude la marcha.
Narrador: De un salto Goto se encaramó en el asiento trasero. Ya se había instalado.
Ludó:¡Oye! me aplastas. Este es mi lugar.
Alec y Cecile: Shiss. ¡El robot es nuestro secreto! Calla Ludó, papá y mamá no pueden darse cuenta.
Narrador: Atrás, en el asiento trasero, retomada la autopista, Ludó, Alec y Cecile cuchicheaban sin parar. Le preguntaban cientos de cosas al robot.
Cecile: ¿Qué sabes hacer?
Goto: Todo. Un poco de todo.
Alec: Eso estará por verse...
Mamá: Chicos, ¿qué cuchicheáis por ahí?
Alec: ¡Mamá! ¿Por qué no jugamos a las preguntas y a las respuestas?
Mamá: Buena idea. ¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?
Goto: Rosado.
Alec: Rosado.
Todos: ¡Ja,ja,ja,ja!
Papá: ¿Cuál es la altura de la Giralda?
Goto: Cuatrocientos un metros.
Cecile: Cuatrocientos un metros.
Papá: ¡Error! La cifra es al revés.
Mamá: ¿Altura del Mulhacén?
Goto: Tiene 8.743 metros.
Niños: 8.743 metros.
Mamá: Hoy no han acertado ninguna. ¿Qué les sucede?
Papá: Estamos llegando, chicos. Ahí está el albergue. Comienzan nuestras vacaciones.
Mamá: Niños, descargad el coche mientras papá y yo vamos a revisar las habitaciones.
Alec: Quédate dentro del coche. Que papá y mamá no te vean.
Cecile: Solo nosotros sabremos que estás aquí. Nosotros bajaremos las maletas.
Goto: O.K. de acuerdo.
Cecile: Es muy divertido.
Ludó: Un poco chiflado a veces.
Alec: A mí me encanta cómo es.
Goto: O.K., de acuerdo.
Narrador: ¡Rayos! De repente, sin que los niños lo pudieran contener, Goto tomó las maletas y volvió a ponerlas dentro del coche. Decididamente todo lo hacía al revés.
Mamá: ¡Oh, qué es esto!
Papá: ¡Un robot doméstico! Mirad niños; un robot. Apuesto a que nunca habían visto uno así.
Goto: Brrrmmm... Aggggg.....
Alec: Lo hemos tomado en la gasolinera, cuando estaba haciendo auto-stop.
Ludó: Es nuestro amigo.
Cecile: Y se llama Goto.
Papá: ¿Y qué sabe hacer?
Alec: Él sabe hacer de todo y comprende todo.
Goto: ¿Quieren que haga algo?
Narrador: Grave error porque Goto todo lo hacía al revés: untaba betún en las tostadas en vez de mantequilla, mojaba con la manguera a todo el mundo en lugar de regar el jardín, confundía la botella de agua mineral con la del fregasuelos... En fin, para evitar nuevos errores tomaron a Goto y se lo llevaron a una de las habitaciones. Allí, en la televisión, aparecía el profesor Nikelec que hacía una petición a la audiencia. Goto lo reconoció.
Nikelec: Mi pequeño robot Goto se ha escapado de casa y lo grave es que aún yo no había verificado todas sus conexiones. Puede cometer errores. Sabe hacer de todo, pero le falta un gramo de razón. Si lo ven o lo encuentran, por favor devuélvanmelo. Se lo suplico.
Papá: Es necesario devolverlo a su inventor.
Mamá: Es lo mejor.
Narrador: Por primera vez en el día los niños estaban de acuerdo. Una hora después estaban en casa del profesor Nikelec. Cuando el robot bajó del coche corrió a los brazos de su padre. Éste lo estrechó con cariño. Los niños observaban emocionados.
Nikelec: ¿Goto, mi pequeño! ¿Dónde te habías metido? ¡Ven a mis brazos!
Goto: ¿Papá Nikelec...!
Nikelec: Voy de inmediato a corregir las conexiones...
Narrador: En el taller destapó con sumo cuidado la cabeza de su muñeco. Desconectó los cables que comandaban las múltiples acciones del pequeño robot, esas que conducían a locuras y errores; solo dejó en su lugar los “chips” del habla y del movimiento, y de paso reconectó el cable amarillo, ese que controlaba las emociones de su invento y generaba un sentimiento parecido al amor, en el pecho rígido de Goto.

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lunes, 6 de junio de 2016

el pájaro emplumado.

El pájaro emplumado.
(Hermanos Grimm. Adaptado)

Narrador: Un brujo, disfrazado de pobre, iba de puerta en puerta pidiendo y se apoderaba de las muchachas más bonitas. Un día llegó a casa de un hombre que tenía tres hijas muy hermosas. Cuando la hermana mayor se acercó para darle un trozo de pan, el brujo le tocó con el dedo y ella saltó a un cesto que llevaba a la espalda. La llevó a una casa que estaba en medio de un bosque sombrío.
Pasaron unos días, y él le dijo:
Brujo: Tengo que irme de viaje. Aquí tienes las llaves de la casa. Puedes entrar donde quieras, salvo en la habitación que abre esta llavecita.
Narrador: También le dio un huevo y le dijo que lo llevara siempre consigo porque si lo perdía, ocurriría una gran desgracia.
Cuando se fue, recorrió todas las habitaciones que estaban repletas de plata y oro, pero no pudo resistir la curiosidad y abrió la habitación prohibida. En medio había un enorme cubo lleno de cadáveres descuartizados y al lado un hacha brillante. El huevo se le escapó, cayó dentro del cubo y, cuando lo recuperó, por más que lo limpiaba, la sangre no se iba. Cuando volvió el hombre se dio cuenta de lo que había pasado. La arrastró hasta el tajo, le cortó la cabeza y la descuartizó. Luego arrojó los trozos al cubo.
Brujo: Ahora voy a por la segunda.
Narrador: Ésta no tuvo mejor suerte que su hermana y también pagó la curiosidad con su vida.
Entonces fue a buscar a la tercera, que era más lista y astuta. Ella puso el huevo en lugar seguro; luego visitó la casa y por último llegó al cuarto prohibido. Sacó del cubo los miembros despedazados de sus hermanas, los recompuso y ellos mismos se soldaron entre sí. Las dos muchachas volvieron a la vida.
A su vuelta, el hombre, al ver el huevo sin rastro de sangre, le dijo
Brujo: Tú has superado la prueba y serás mi esposa.
Muchacha: De acuerdo, pero antes llevarás tú mismo un cesto lleno de oro a mis padres. No te pares a descansar porque te estaré viendo desde la ventanita y te vigilaré.
Narrador: Metió a las dos en el cesto y lo cubrió de oro y el brujo con el cesto a la espalda se puso en camino. De tanto en tanto, una voz desde el cesto le decía:
Voz hermana: ¡Te estoy viendo desde mi ventanita! ¡Te has parado a descansar! ¡Venga, andando!
Narrador: Entre tanto, la novia, tomó una calavera, la engalanó y la colocó en la ventana como si estuviera mirando fuera. Luego se sumergió en un barril de miel y se revolcó en las plumas del colchón, de modo que parecía un pájaro rarísimo. Salió y se dirigió hacia su casa. Finalmente se encontró con el novio que volvía y éste le preguntó:
Brujo: Pájaro emplumado, ¿que haces por estos caminos?
Muchacha: De la casa me he escapado de don Plumete Emplumado.
Brujo: ¿Qué hace la novia bonita allá abajo en su casita?
Muchacha: Ha arreglado la morada y está al ventano asomada.
Narrador: El brujo saludó a la calavera creyendo que era la novia y entró en la casa con sus invitados. Llegaron los parientes y hermanos de la novia, cerraron la casa de manera que nadie pudiera escapar, le prendieron fuego y el brujo y toda su banda perecieron en las llamas.


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