lunes, 6 de junio de 2016

el pájaro emplumado.

El pájaro emplumado.
(Hermanos Grimm. Adaptado)

Narrador: Un brujo, disfrazado de pobre, iba de puerta en puerta pidiendo y se apoderaba de las muchachas más bonitas. Un día llegó a casa de un hombre que tenía tres hijas muy hermosas. Cuando la hermana mayor se acercó para darle un trozo de pan, el brujo le tocó con el dedo y ella saltó a un cesto que llevaba a la espalda. La llevó a una casa que estaba en medio de un bosque sombrío.
Pasaron unos días, y él le dijo:
Brujo: Tengo que irme de viaje. Aquí tienes las llaves de la casa. Puedes entrar donde quieras, salvo en la habitación que abre esta llavecita.
Narrador: También le dio un huevo y le dijo que lo llevara siempre consigo porque si lo perdía, ocurriría una gran desgracia.
Cuando se fue, recorrió todas las habitaciones que estaban repletas de plata y oro, pero no pudo resistir la curiosidad y abrió la habitación prohibida. En medio había un enorme cubo lleno de cadáveres descuartizados y al lado un hacha brillante. El huevo se le escapó, cayó dentro del cubo y, cuando lo recuperó, por más que lo limpiaba, la sangre no se iba. Cuando volvió el hombre se dio cuenta de lo que había pasado. La arrastró hasta el tajo, le cortó la cabeza y la descuartizó. Luego arrojó los trozos al cubo.
Brujo: Ahora voy a por la segunda.
Narrador: Ésta no tuvo mejor suerte que su hermana y también pagó la curiosidad con su vida.
Entonces fue a buscar a la tercera, que era más lista y astuta. Ella puso el huevo en lugar seguro; luego visitó la casa y por último llegó al cuarto prohibido. Sacó del cubo los miembros despedazados de sus hermanas, los recompuso y ellos mismos se soldaron entre sí. Las dos muchachas volvieron a la vida.
A su vuelta, el hombre, al ver el huevo sin rastro de sangre, le dijo
Brujo: Tú has superado la prueba y serás mi esposa.
Muchacha: De acuerdo, pero antes llevarás tú mismo un cesto lleno de oro a mis padres. No te pares a descansar porque te estaré viendo desde la ventanita y te vigilaré.
Narrador: Metió a las dos en el cesto y lo cubrió de oro y el brujo con el cesto a la espalda se puso en camino. De tanto en tanto, una voz desde el cesto le decía:
Voz hermana: ¡Te estoy viendo desde mi ventanita! ¡Te has parado a descansar! ¡Venga, andando!
Narrador: Entre tanto, la novia, tomó una calavera, la engalanó y la colocó en la ventana como si estuviera mirando fuera. Luego se sumergió en un barril de miel y se revolcó en las plumas del colchón, de modo que parecía un pájaro rarísimo. Salió y se dirigió hacia su casa. Finalmente se encontró con el novio que volvía y éste le preguntó:
Brujo: Pájaro emplumado, ¿que haces por estos caminos?
Muchacha: De la casa me he escapado de don Plumete Emplumado.
Brujo: ¿Qué hace la novia bonita allá abajo en su casita?
Muchacha: Ha arreglado la morada y está al ventano asomada.
Narrador: El brujo saludó a la calavera creyendo que era la novia y entró en la casa con sus invitados. Llegaron los parientes y hermanos de la novia, cerraron la casa de manera que nadie pudiera escapar, le prendieron fuego y el brujo y toda su banda perecieron en las llamas.


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