miércoles, 22 de abril de 2015

El campesino, el osos y la zorra.




El Campesino, el Oso y la Zorra.
(Afanasiev. Adaptado)

Narrador: Un día un campesino estaba labrando su campo,cuando se acercó a él un Oso y le gritó:
Oso: ¡Campesino, te voy a matar!
Campesino: ¡No me mates! Yo sembraré los nabos y luego los repartiremos entre los dos; yo me quedaré con las raíces y te daré a ti las hojas.
Narrador: Consintió el Oso y se marchó al bosque. Llegó el tiempo de la recolección. El campesino empezó a escarbar la tierra y a sacar los nabos, y el Oso salió del bosque para recibir su parte.
Oso: ¡Hola, campesino! Ha llegado el tiempo de recoger la cosecha y cumplir tu promesa.
Campesino: Con mucho gusto, amigo. Si quieres, yo mismo te llevaré tu parte.
Narrador: Y después de haber recogido todo, le llevó al bosque un carro cargado de hojas de nabo. El Oso quedó muy satisfecho de lo que él creía un honrado reparto.
Un día el aldeano cargó su carro con los nabos y se dirigió a la ciudad para
venderlos; pero en el camino tropezó con el Oso, que le dijo:
Oso: ¡Hola, campesino! ¿Adónde vas?
Campesino: Pues, amigo, voy a la ciudad a vender las raíces de los nabos.
Oso: Muy bien, pero déjame probar qué tal saben.
Narrador: Apenas el Oso los probó, rugió furioso:
Oso: ¡Ah, miserable! ¡Cómo me has engañado! ¡Las raíces saben mucho mejor que las hojas! Cuando siembres otra vez, me darás las raíces y tú te quedarás con las hojas.
Campesino: Bien.
Narrador: Y en vez de sembrar nabos sembró trigo. Llegó el tiempo de la recolección y tomó para sí las espigas, las desgranó, las molió y de la harina amasó y coció ricos panes, mientras que al Oso le dio las raíces del trigo.
Viendo el Oso que otra vez el campesino se había burlado de él, rugió:
Oso: ¡Campesino! ¡Estoy muy enfadado contigo! ¡No te atrevas a ir al bosque por leña, porque te mataré en cuanto te vea!
Narrador: Cuando no tuvo más remedio entró sigilosamente en el bosque en busca de leña. La zorra salió a su encuentro.
Zorra: ¿Qué te pasa? ¿Por qué andas tan despacito?
Campesino: Tengo miedo de encontrar al Oso, que se ha enfadado conmigo, amenazándome con matarme si me atrevo a entrar en el bosque.
Zorra: No te apures, yo te salvaré; pero dime lo que me darás a cambio.
Campesino: No seré avaro: si me ayudas, te daré una docena de gallinas.
Zorra: Conforme. No temas al Oso; corta la leña que quieras y entre tanto yo
daré gritos fingiendo que han venido cazadores. Si el Oso te pregunta qué significa ese ruido dile que corren los cazadores por el bosque persiguiendo a los lobos y a los osos.
Narrador: El campesino se puso a cortar leña y pronto llegó el Oso corriendo a todo correr.
Oso: ¡Eh, viejo amigo! ¿Qué significan esos gritos?
Campesino: Son los cazadores que persiguen a los lobos y a los osos.
Oso: ¡Oh, amigo! ¡No me denuncies a ellos! Protégeme y escóndeme debajo de tu carro.
Narrador: Entretanto la Zorra, que gritaba escondiéndose detrás de los zarzales, preguntó:
Zorra: ¡Hola, campesino! ¿Has visto por aquí a algún oso?
Campesino: No he visto nada.
Zorra: ¿Qué es lo que tienes debajo del carro?
Campesino: Es un tronco de árbol.
Zorra: Si fuese un tronco no estaría debajo del carro, sino en él y atado con una cuerda.
Narrador: Entonces el Oso dijo en voz baja al campesino:
Oso: Ponme lo más pronto posible en el carro y átame con una cuerda.
Narrador: El campesino no se lo hizo repetir. Puso al Oso en el carro, lo ató con una cuerda y empezó a darle golpes en la cabeza con el hacha hasta que lo mató.
Pronto acudió la Zorra y dijo al campesino:
Zorra: ¿Dónde está el Oso?
Campesino: Ya está muerto.
Zorra: Está bien. Ahora, amigo mío, tienes que cumplir lo que me prometiste.
Campesino: Con mucho gusto, amiguita; vamos a mi casa y allí te daré las gallinas.
Narrador: El campesino se sentó en el carro y se dirigió a su casa, y la Zorra iba corriendo delante.
Al acercarse a su cabaña, el campesino silbó a sus perros azuzándolos para que cogiesen a la Zorra. Ésta echó a correr hacia el bosque, y una vez allí se escondió en su cueva. Después de tomar aliento empezó a preguntar:
Zorra: ¡Hola, mis ojos! ¿Qué habéis hecho mientras corría?
Ojos: ¡Hemos mirado el camino para que no dieses un tropezón!
Zorra: ¿Y vosotros, mis oídos?
Oídos: ¡Hemos escuchado si los perros se iban acercando!
Zorra: ¿Y vosotros, mis pies?
Pies: ¡Hemos corrido a todo correr para que no te alcanzaran los perros!
Zorra: Y tú, rabo, ¿qué has hecho?
Rabo: Yo me metía entre tus piernas para que tropezases conmigo, te
cayeses y los perros te mordiesen con sus dientes.
Zorra: ¡Ah, canalla! ¡Pues recibirás lo que mereces!
Narrador: Y sacando el rabo fuera de la cueva, exclamó:
Zorra: ¡Comedlo, perros!
Narrador: Éstos cogieron con sus dientes el rabo, tiraron, sacaron a la Zorra de su cueva y la hicieron pedazos. 
 

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martes, 14 de abril de 2015

Un robot para las vacaciones.


A partir de 8 años.


Un robot para las vacaciones.
(Marie Tenaille y Monique Touvay. Adaptado)

Narrador: Era el momento… era el minuto esperado. Por fin el profesor Nikelec sabría de qué era capaz el pequeño robot que había construido en su taller.
Nikelec: ¡Ya está: conectado! ¡Bien, funciona! Te llamarás Gotou. Te he construido como un ser inteligente. Las conexiones que hay dentro de tu cabeza harán que me obedezcas al sonido de mi voz. Tú sabrás hacer de todo. ¡Serás Gotou el HáceloTodo!
Goto: O.K. de acuerdo. Me gustaría que me llamaras Goto-el Robot.
Nikelec: Entonces serás Goto.
Narrador: El profesor Nikelec, un poco asombrado, creyó que sería necesario algún tipo de ajuste, todavía. Pero lo haría a la mañana siguiente y dejó al muñeco de metal en el estudio y él se fue al jardín a regar sus claveles.
El pequeño robot se dirigió, con paso decidido, hacia la puerta del taller. Giró el picaporte y salió. Avanzó con rapidez por un camino de tierra. No tardó en dejar atrás su casa y acercarse a la autopista. En un par de minutos alcanzó una gasolinera. Un auto de color rojo se estacionó frente al dispensador de combustible. El pequeño robot, muy cerca del auto, sin saber por qué, levantó su brazo derecho.
Alec: Mira, un robot que está haciendo auto-stop.
Cecile: Subámoslo, antes que papá reanude la marcha.
Narrador: De un salto Goto se encaramó en el asiento trasero. Ya se había instalado.
Ludó:¡Oye! me aplastas. Este es mi lugar.
Alec y Cecile: Shiss. ¡El robot es nuestro secreto! Calla Ludó, papá y mamá no pueden darse cuenta.
Narrador: Atrás, en el asiento trasero, retomada la autopista, Ludó, Alec y Cecile cuchicheaban sin parar. Le preguntaban cientos de cosas al robot.
Cecile: ¿Qué sabes hacer?
Goto: Todo. Un poco de todo.
Alec: Eso estará por verse...
Mamá: Chicos, ¿qué cuchicheáis por ahí?
Alec: ¡Mamá! ¿Por qué no jugamos a las preguntas y a las respuestas?
Mamá: Buena idea. ¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?
Goto: Rosado.
Alec: Rosado.
Todos: ¡Ja,ja,ja,ja!
Papá: ¿Cuál es la altura de la Giralda?
Goto: Cuatrocientos un metros.
Cecile: Cuatrocientos un metros.
Papá: ¡Error! La cifra es al revés.
Mamá: ¿Altura del Mulhacén?
Goto: Tiene 8.743 metros.
Niños: 8.743 metros.
Mamá: Hoy no han acertado ninguna. ¿Qué les sucede?
Papá: Estamos llegando, chicos. Ahí está el albergue. Comienzan nuestras vacaciones.
Mamá: Niños, descargad el coche mientras papá y yo vamos a revisar las habitaciones.
Alec: Quédate dentro del coche. Que papá y mamá no te vean.
Cecile: Solo nosotros sabremos que estás aquí. Nosotros bajaremos las maletas.
Goto: O.K. de acuerdo.
Cecile: Es muy divertido.
Ludó: Un poco chiflado a veces.
Alec: A mí me encanta cómo es.
Goto: O.K., de acuerdo.
Narrador: ¡Rayos! De repente, sin que los niños lo pudieran contener, Goto tomó las maletas y volvió a ponerlas dentro del coche. Decididamente todo lo hacía al revés.
Mamá: ¡Oh, qué es esto!
Papá: ¡Un robot doméstico! Mirad niños; un robot. Apuesto a que nunca habían visto uno así.
Goto: Brrrmmm... Aggggg.....
Alec: Lo hemos tomado en la gasolinera, cuando estaba haciendo auto-stop.
Ludó: Es nuestro amigo.
Cecile: Y se llama Goto.
Papá: ¿Y qué sabe hacer?
Alec: Él sabe hacer de todo y comprende todo.
Goto: ¿Quieren que haga algo?
Narrador: Grave error porque Goto todo lo hacía al revés: untaba betún en las tostadas en vez de mantequilla, mojaba con la manguera a todo el mundo en lugar de regar el jardín, confundía la botella de agua mineral con la del fregasuelos... En fin, para evitar nuevos errores tomaron a Goto y se lo llevaron a una de las habitaciones. Allí, en la televisión, aparecía el profesor Nikelec que hacía una petición a la audiencia. Goto lo reconoció.
Nikelec: Mi pequeño robot Goto se ha escapado de casa y lo grave es que aún yo no había verificado todas sus conexiones. Puede cometer errores. Sabe hacer de todo, pero le falta un gramo de razón. Si lo ven o lo encuentran, por favor devuélvanmelo. Se lo suplico.
Papá: Es necesario devolverlo a su inventor.
Mamá: Es lo mejor.
Narrador: Por primera vez en el día los niños estaban de acuerdo. Una hora después estaban en casa del profesor Nikelec. Cuando el robot bajó del coche corrió a los brazos de su padre. Éste lo estrechó con cariño. Los niños observaban emocionados.
Nikelec: ¿Goto, mi pequeño! ¿Dónde te habías metido? ¡Ven a mis brazos!
Goto: ¿Papá Nikelec...!
Nikelec: Voy de inmediato a corregir las conexiones...
Narrador: En el taller destapó con sumo cuidado la cabeza de su muñeco. Desconectó los cables que comandaban las múltiples acciones del pequeño robot, esas que conducían a locuras y errores; solo dejó en su lugar los “chips” del habla y del movimiento, y de paso reconectó el cable amarillo, ese que controlaba las emociones de su invento y generaba un sentimiento parecido al amor, en el pecho rígido de Goto.



 

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