miércoles, 5 de febrero de 2014

La flor de Amancay.


La flor de Amancay

Narrador: Hace muchos años, la tribu de los Vuriloche habitaba en los valles del sur de los Andes. Quintral,
el hijo del gran jefe, era el joven más apuesto y valiente de la tribu. Su corazón ardía enamorado de una bella muchacha llamada Amancay.
Un día, la tribu de los Vuriloche se vio afectada por una gran epidemia y Quintral enfermó. En medio del delirio, el joven solo repetía una palabra:
Quintral: ¡Amancay, Amancay!
Narrador: El gran jefe, preocupado por el grave estado de su hijo, hizo llamar a la joven con la esperanza de que su presencia le aliviara en algo. Pero Amancay ya no estaba en la aldea. Tratando de hallar el remedio que salvara a su amado, la muchacha había acudido a la viaje hechicera.
Hechicera: Solo una infusión de una flor cortada en la cumbre más alta de los Andes puede terminar con su mal.
Narrador: Sin pensarlo, Amancay trepó a la cima de la montaña donde se hallaba la hermosa flor solitaria. Justo cuando iba a arrancarla, la sombra de cóndor, guardián de las cumbres, la detuvo.
Cóndor: Nadie puede robar la flor de mis montañas -dijo amenazante el ave.
Narrador: Entre sollozos, la joven insistió tanto que el cóndor al fin propuso un trato:
Cóndor: Yo mismo llevaré la flor a tu amado si me entregas tu corazón.
Narrador: Amancay aceptó y el cóndor voló majestuosos con la flor hasta el valle donde vivía Quintral, quien sanó gracias a ella. Durante el vuelo, pequeñas lágrimas rojas brotaron de los pétalos de la flor y fueron cayeron por el camino. Y de cada lágrima nació una nueva flor.
Desde entonces, esas hermosas flores reciben el nombre de Amancay y son el símbolo del amor: quien regala una flor de Amancay entrega con ella su corazón.


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