miércoles, 2 de octubre de 2013

Los duendes zapateros

Los duendes zapateros.
(Hermanos Grimm)

Narrador: Érase una vez un zapatero que, por un sinfín de desgracias, se volvió muy pobre. Apenas le quedaba cuero suficiente para fabricar un solo par de zapatos. Cortó, pues, el cuero que tenía, pero, como ya era muy tarde, se fue acostar.
Al día siguiente, muy temprano, se disponía a terminar lo zapatos, cuando vio que estaban sobre la mesa completamente acabados. Sorprendido, se puso a revisar las costuras ¡Ni un solo punto mal hecho! Era un trabajo, realmente magnífico.
Acertó a pasar un cliente por el taller, que encontró los zapatos espléndidos y los compró, pagándolos por encima de su precio. Con este dinero, el zapatero fue a comprar más cuero para fabricar dos pares de zapatos.
Por la noche, lo cort ó y, a la mañana siguiente, al despertar, encontró, sobre la mesa, los zapatos terminados. Los vendió sin dificultad, dada su confección perfecta. Con el dinero de la venta, compró cuero para cuatro pares de zapatos, que también encontró terminados, sobre la mesa, cuando despertó. Los días siguientes se repitió la misma escena: el calzado que cortaba por la noche, estaba listo al día siguiente, al levantarse. La pobreza fue desapareciendo de su casa...
Una noche, próxima a Navidad, una vez cortado el cuero dijo a su mujer:
Zapatero: Hay alguien que, durante la noche, viene a ayudarnos. Me gustaría permanecer despierto para averiguar quién es el visitante.
Mujer: Bien pensado.
Narrador: Dejaron una luz encendida y se ocultaron en el armario. Cuando en el reloj dieron las doce, dos enanitos, completamentes desnudos, entraron en el taller, se instalaron en la mesa de trabajo y, con sus manecitas, se pusieron a batir el cuero y a coserlo. Trabajaban tan deprisa y tan bien que, el zapatero y su mujer desde su escondite, no podían dar crédito a sus ojos. Cuando los zapatos estuvieron terminados, desaparecieron sin dejar rastro.
Al día siguiente, la mujer dijo al marido:
Mujer: Gracias a ese par de enanitos, nos hemos hecho ricos. Bueno sería que se lo agradeciésemos como se merecen. Seguramente, pasan mucho frío yendo de acá para allá, completamente desnudos. ¿Sabes lo que vamos a hacer? Voy a confeccionarles a cada uno una camisa, una chaqueta, un pantalón y a tricotarles unos calcetines; tú les fabricarás los zapatos.
Zapatero: Me parece muy bien. Eso haremos.
Narrador: Por la noche, en lugar de los pedazos de cuero, colocaron sobre el banco, vestidos y zapatos. A continuación, se ocultaron para ver qué harían los enanitos cuando lo vieran.
Llegaron a eso de la medianoche, para empezar a trabajar. ¡Qué sorpresa tan grande cuando vieron los bonitos vestidos en vez del cuero!
Tan felices estaban que se vistieron con rapidez y empezaron a bailar y a saltar por encima de las sillas y de los bancos. Y de brinco en brinco, llegaron hasta la puerta y se fueron. A partir de aquel día nunca más se los volvió a ver. El zapatero continuó haciendo solo su trabajo y vivió feliz hasta el fin de sus días.

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