sábado, 10 de abril de 2010

El ratón de campo y el ratón de ciudad.


En un pequeño pueblo perdido entre montañas, vivía una vez un ratoncito muy simpático y muy trabajador.
Llevaba el ratoncito un buen rato trabajando en el campo, cuando pasó el topo repartiendo el correo.
¡Hay correo para ti!
El ratoncito, que rabiaba de curiosidad, se apresuró a leer la carta.
- Es carta de mi primo, el que vive en la ciudad. ¡Qué bien! ¡Me invita a pasar unos días en su casa!
El ratoncito muy contento porque, por fin, iba a conocer la casa donde vivía su rico primo, preparó un hatillo con cuatro cosas.
Iba dichoso y feliz pues su primo le había hablado de lo bien que vivía en la ciudad: No tenía que trabajar y, además, disponía del mejor queso; y ya sabéis cuánto le gusta el queso a los ratones…
Nada más llegar a la ciudad, tuvo su primer tropiezo. Un coche, con sus negras ruedas, estuvo apunto de aplastarlo contra el asfalto.
- ¡Socorro! ¡Ese monstruo ha estado a punto de matarme!
Cansado y muy asustado, llegó por fin a la casa donde vivía su primo. La dueña de la casa abrió la puerta en ese momento y ¡vuelta a correr…!
- ¡Vamos de prisa! ¡No deben verte! ¡Nadie sabe aquí viven ratones!
- ¡Uy¡ ¡Voy contigo!
Ya más tranquilos, su primo presumía delante de él:
- Como verás, querido primo, aquí tengo de todo y no tengo que trabajar, como tú haces, para conseguir comida.
- Ahora que la mencionas, no estaría mal comer algo. Llevo todo el día sin probar nada.
- Eso está hecho.
Su primo le llevó a la cocina y aprovechando que el palo de la escoba estaba
apoyado sobre el mueble, comenzaron a trepar por él. El pobre ratón de campo que estaba agotado, llegó arriba con mucho dificultad.
- Vamos, primo, un último esfuerzo.
-¡Ay, no puedo más!
Al final, recibieron su recompensa, un delicioso queso para ellos solos.
- ¡Qué rico está!
De repente, apareció el que faltaba, el señor gato:
- ¡Mira que agradable sorpresa! ¡Mi amiguito tiene visita! Encantado de conocerte, monín.
En ese momento, los dos ratones se arrojaron al suelo y comenzaron a correr.
- ¡Sálvese quien pueda! ¡Que nos pilla!
- ¡Ay, aquí no hay quien pare! ¡De ésta no salgo!
- No corráis tanto, ratones. ¡Oye, tú, no sean mal educado, preséntame a tu amiguito!
Cuando, por fin salieron de ésta, el ratón de campo cogió su hatillo y le dijo a su primo:
- Ahí te quedas, querido primo, prefiero un mendrugo saboreado con tranquilidad en el campo que un banquete rodeado de peligros en la ciudad.
El audio de esta fábula lo tienes aquí.
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