lunes, 23 de noviembre de 2009

El hada del espino.



 
El hada del espino.


En los meses de marzo y abril florece el espino, y cuando lo hace, sus ramas se llenan de flores blancas formando un copito como de nieve. Sus ramas desprenden un agradable perfume que anuncia la llegada de la primavera. Si vas por el bosque aún en invierno y divisas un espino florido, quiere decir que faltan pocos días para que estalle la primavera. Y es que en él, una pequeña hada se oculta todo el año, para que cuando lleguen las noches frías de invierno no se sita triste. Le cuenta historias de otros árboles, como la del manzano que se enfadó porque un joven se quedó dormido sobre su tronco y le daba golpes con sus ramas para que se despertara y se fuera…
Cuando llega la primavera, el espino se siente fuerte y sus hermosas flores son la envidia del bosque. Entonces la pequeña hada que en él habita se pone su mejor traje blanco, resplandeciente.
Si en primavera cuelgas una cinta de color blanco sobre las ramas del Espino Albar, el hadita del Espino se asomará a concederte un deseo. Pero eso, eso es un secreto que debes conservar entre tú y yo.



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lunes, 2 de noviembre de 2009

Seres fantásticos III: Los unicornios.

Los unicornios: La historia de Bella y el unicornio.




¡Ay, los unicornios! Os dirán que los unicornios no existen, que son animales fantásticos... No echéis cuenta y cuando contempléis su innegable hermosura, pensad que este animal, con forma de caballo y un único cuerno en la cabeza, representa la libertad, el valor y la belleza.
Dicen que su cuerno era capaz de traer felicidad y una larga y próspera vida a su poseedor; y cuentan que nobles y reyes llegaban a pagar grandes cantidades de dinero por algo que, al no haber visto nunca, no podían asegurar que fuese o no un cuerno del mítico animal.
El cuerno del unicornio es sin duda el origen de su leyenda pues aseguran que molido o entero tenía poderes curativos. Casi todas las historias también coinciden en que al arrancarle el cuerno la muerte del unicornio resultaba irremediable...
Ahora os contaré la historia de BELLA Y EL UNICORNIO.


Bella era la más hermosa de todas las mujeres. Pero su corazón era frío, duro como la roca, jamás ninguna emoción había anidado en él.
Una tarde vio en el río el reflejo de un ser fabuloso que la miraba desde el agua y Bella se supo cautiva, hechizada, presa de sus emociones... y viva por fin.
Al minuto siguiente él ya no estaba. Y aunque buscó y le llamó, no encontró a su Unicornio.
Desde entonces, Bella descuidó su aspecto y sus ojos azules se cubrieron con un velo de tristeza. Pero seguía sabiéndose viva...
Cada amanecer recorría el acantilado más alto, con su vestido agitándose al viento, la melena enredándose alrededor de su rostro, buscando en el horizonte lo que nadie acertaba a imaginar.
Un día, Bella empezó a hilar una red con sus largos cabellos. Tejió y tejió y cierto día, cuando los hombres miraron al acantilado, vieron una inmensa tela de araña que se balanceaba al viento y cubría el acantilado entero, desde la costa hasta el confín del mar. Y allí esperaba Bella, y tras un tiempo apareció su Unicornio, trotando sobre las olas, mirándola fijamente. Y en la red de Bella quedó atrapado su Unicornio.
Ella se acercó y acarició su piel, su crin, mientras sonreía por saber suyo al Unicornio. Creyó que al caer en la red, el Unicornio no podría sino quererla siempre, como ella haría con él. Pero el Unicornio habló, habló de lo absurdo de los amores que encarcelan y esclavizan al otro, de que la red conseguiría atrapar su cuerpo pero que su corazón no podría ser su cautivo, que sólo se ama desde la libertad...
Bella quedó confundida, la red se deshizo instantáneamente y el Unicornio escapó. Se quedó quieta, inmóvil, tanto que su cuerpo empezó a convertirse en una estatua de piedra, hermosa, la más perfecta que nadie jamás hubiera esculpido.


Desde ese día, la estatua de Bella en lo alto del acantilado ve acercarse a muchachas enamoradas que le cuentan sus sueños, sus ilusiones...
Cuentan que hay alguien que llega con las primeras luces del alba y deja descansar unos instantes su cabeza en su regazo... Luego se marcha, corriendo veloz, galopando sobre la espuma de las olas. Es el Unicornio.

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jueves, 1 de octubre de 2009

El patito feo

El patito feo.

(Adaptación)

Cierto día los huevos que anidaba mamá pata rompieron el cascarón y los patitos vinieron al mundo; salvo un huevo, más grande que el resto, que se demoraba en salir. Por fin rompió el cascarón y la pata, al ver lo grande y feo que era, exclamó:

-¡Dios mío, qué patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros.

Al otro día hizo un tiempo maravilloso y mamá pata llevó a todos los patitos al foso para nadar. De regreso al corral, mamá pata les dijo:

- Anden ligeros y no dejen de hacerle una bonita reverencia a esa anciana pata que está allí. Es la más fina de todos nosotros. Fíjense en que lleva una cinta roja atada a una pierna. ¡No metan los dedos hacia adentro! Los patitos bien educados los sacan hacia afuera… Eso es. Ahora hagan una reverencia y digan ¡cuac!

La vieja pata al verlos pasar, le dijo:

-¡Qué lindos niños tienes, muchacha! Todos son muy hermosos, excepto uno. Sin embargo, estos otros patitos son encantadores.

La vieja pata los invitó a pasar. Todos se sintieron allí a sus anchas. Pero el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas.

-¡Qué feo es!

Así pasó el primer día. En los días siguientes, las cosas fueron de mal en peor. El pobre patito se vio acosado por todos. Incluso sus hermanos y hermanas lo maltrataban y le decían:

-¡Ojalá te agarre el gato, grandullón!

Entonces el patito huyó del corral hasta que llegó a los grandes pantanos donde vivían los patos salvajes.

A la mañana siguiente, los patos salvajes miraron a su nuevo compañero.

-¿Y tú qué cosa eres? ¡Eres más feo que un espantapájaros! Pero eso no importa, con tal que no quieras casarte con una de nuestras hermanas.

¡Pobre patito! Ni soñaba él con el matrimonio. Sólo quería que lo dejasen estar tranquilo entre los juncos y tomar un poquito de agua del pantano.

De repente, se oyó -¡bang, bang!-, los cazadores se presentaron con sus escopetas y perros de caza. Los patos y los gansos espantados emprendieron el vuelo. Un enorme y espantoso perro apareció junto a él: la lengua le colgaba fuera de la boca y sus ojos miraban con brillo temible. Le acercó el hocico, le enseñó sus agudos dientes, y de pronto… ¡plaf!… ¡allá se fue otra vez sin tocarlo!

-Por suerte soy tan feo que ni los perros tienen ganas de comerme-. Y se tendió allí muy quieto.

Hacia el crepúsculo llegó a una pobre cabaña campesina. En la cabaña vivía una anciana con su gato y su gallina. Cuando llegó la mañana, el gato y la gallina no tardaron en descubrir al extraño patito. La vieja, que no andaba muy bien de la vista al verlo, dijo:

-¡Qué suerte! Ahora tendremos huevos de pata. Le daremos unos días de prueba.

Así que al patito le dieron tres semanas de plazo para poner, al término de las cuales, por supuesto, no había ni rastros de huevo.

El patito fue a sentarse en un rincón, muy desanimado. Recordó el aire fresco y el sol, y sintió ganas de irse a nadar en el agua. Fue y se lo contó a la gallina.

-¡Vamos! ¿Qué te pasa? Bien se ve que no tienes nada que hacer.

-¡Pero es tan sabroso nadar en el agua! ¡Tan sabroso zambullir la cabeza y bucear hasta el mismo fondo!

-Sí, muy agradable. Me parece que te has vuelto loco.

-No me comprendes.

-¡No seas tonto, muchacho! ¿No te has encontrado un cuarto cálido y confortable? No eres más que un tonto, y a nadie le hace gracia tenerte aquí.

-Creo que me voy a recorrer el ancho mundo.

-Sí, vete.

Y así fue como el patito se marchó. Nadó y se zambulló; pero ningún ser viviente quería tratarse con él por lo feo que era.

Pronto llegó el otoño. Las hojas en el bosque se tornaron amarillas o pardas; el viento las arrancó y las hizo girar en remolinos, y los cielos tomaron un aspecto hosco y frío.

Cierta tarde emergió de entre los arbustos una bandada de grandes y hermosas aves. El patito no había visto nunca unos animales tan espléndidos. Eran de una blancura resplandeciente, y tenían largos y esbeltos cuellos. Eran cisnes. A la vez que lanzaban un fantástico grito, extendieron sus magníficas alas, y remontaron el vuelo, alejándose de aquel frío hacia las tierras cálidas. Se elevaron muy alto, muy alto, y el patito feo se sintió lleno de una rara inquietud.

¡Cuán frío se presentó aquel invierno! Sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Había buscado refugio entre los juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo: llegaba la hermosa primavera.

Entonces, de repente, probó sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho más fuerte que otras veces, y lo arrastraron rápidamente a lo alto. Y en eso surgieron en la laguna, frente a él, tres hermosos cisnes blancos. El patito feo reconoció a aquellas espléndidas criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido.

-¡Volaré hasta esas regias aves! Me darán de picotazos hasta matarme, por haberme atrevido a aproximarme a ellas. Pero, ¡qué importa! Mejor es que ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de las gallinas, los golpes de la muchacha que cuida las aves y los rigores del invierno.

Y así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron, se le acercaron con las plumas encrespadas.

-¡Sí, mátenme, mátenme! -gritó inclinando la cabeza hacia el agua en espera de la muerte. Pero, ¿qué es lo que vio allí? ¡Era un reflejo de sí mismo, pero no ya el reflejo de un pájaro torpe y gris, feo y repugnante, no, sino el reflejo de un cisne!

Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Se sentía realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo ayudaba a apreciar mejor la alegría y la belleza que le esperaban. Y los tres cisnes nadaban y nadaban a su alrededor y lo acariciaban con sus picos.

En el jardín habían entrado unos niños que lanzaban al agua pedazos de pan y semillas.

-¡Ahí va un nuevo cisne! ¡Es el más hermoso!

-¡Sí, hay un cisne nuevo! ¡Qué joven y esbelto es!

Era muy, pero muy feliz, aunque no había en él ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. Y mientras recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oía cómo todos decían ahora que era el más hermoso de los cisnes.

El audio de este relato lo tienes aquí.

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domingo, 30 de agosto de 2009

El traje nuevo del emperador.

EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR.

Hace muchos años vivía un emperador que sólo pensaba en estrenar vestidos y gastaba toda su fortuna en engalanarse. Sólo le interesaba lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido para cada hora del día, y así como de un rey lo más frecuente es decir que se encuentra reunido en el Consejo, de él se decía siempre: «El emperador está en el ropero».

La ciudad en que vivía era muy alegre y cada día la visitaban muchos forasteros. Un día llegaron dos pícaros que se hicieron pasar por tejedores; decían que eran capaces de tejer las telas más finas que pudiera imaginarse y que el traje hecho con aquel material tenía la virtud de hacerse invisible para todos aquellos que no fuesen merecedores del cargo que ocupaban o que fueran tontos de solemnidad.

- Será un traje admirable. Si lo llevase podría descubrir a los hombres de mi imperio que son indignos de su cargo y distinguiría entre los listos y los tontos. He de encargar inmediatamente que me hagan un traje de esa maravillosa tela.

Y entregó una gran cantidad de dinero a los dos estafadores para que se pusiesen a trabajar enseguida. Estos montaron dos telares y fingieron tejer en ellos todo el día aunque, en realidad, estaban completamente vacíos.

- Me gustaría saber cómo está la tela –pensaba el emperador; pero al acordarse de que quien fuese tonto o indigno de su cargo no podría verla, creyó que sería mejor enviar a otro a que viera, antes que él, cómo iban las cosas. Y así mandó a su viejo honrado ministro que se presentó en el taller donde los dos pícaros estaban trabajando en los telares vacíos.

-¡Bendito sea Dios! ¡Si no veo nada! -exclamó para sí el ministro, pero se guardó de decirlo en voz alta.

Los dos estafadores le rogaron que se acercase y le preguntaron su opinión sobre aquel espléndido dibujo y la entonación exquisita de sus colores.

-¡Dios mío! ¿Cómo es posible que sea tan estúpido? Nunca lo hubiera imaginado. Es necesario que nadie lo sepa. ¿Quizás sea indigno de mi cargo? No, no puedo confesar que no veo la tela.

- Bueno, ¿qué os parece este paño?

-¡Oh! ¡Es precioso..., un verdadero encanto! ¡Qué dibujo y qué colores! Le diré al emperador lo muy satisfecho que estoy de vuestra tarea.

En la ciudad todos hablaban de la maravillosa tela, y el mismo emperador quiso verla cuando aún estaba en el telar.

Con varios de sus más distinguidos cortesanos, el emperador fue a ver a los dos embaucadores, que seguían trabajando afanosamente, pero sin hilos.

- ¿No es magnífico? ¡Vea Su Majestad, qué dibujos, qué colores!- Y señalaban el vacío telar, creyendo que los demás veían el tejido.

- ¿Qué es esto? ¡No veo nada en absoluto! ¡Qué horror! ¿Soy tonto acaso? ¿O es que no merezco ser emperador? Esto es lo más espantoso que podía ocurrirme. ¡Oh, espléndido! Merece mi real aprobación-. E inclinándose muy satisfecho, examinó el vacío telar con gran detenimiento para que no se creyera que no veía nada.

Todos los del séquito miraban y remiraban y, aunque no conseguían ver más que los otros, decían como el emperador:

- ¡Oh, es una tela fantástica, espléndida! ¡Maravillosa! ¡Debéis haceros un traje, majestad! ¡Qué colores! ¡Qué brillo!-. Y todos aconsejaron a su señor que se hiciese un traje de aquella magnífica tela para la gran procesión que pronto iba a celebrarse.

Las alabanzas corrieron de boca en boca y todos se mostraron entusiasmados. El emperador concedió a los dos estafadores la Cruz de Caballeros y el titulo de Tejedores de la Corte Imperial.

La víspera del día señalado para la procesión, los pícaros estuvieron trabajando toda la noche con más de dieciséis velas encendidas. La gente pudo ver cómo se afanaban para acabar a tiempo el nuevo traje del emperador. Simularon sacar la tela del telar y durante mucho rato cortaron el aire con grandes tijeras y cosieron con agujas sin hilo, hasta que gritaron, por fin:

-¡El nuevo traje del emperador está listo!

El mismo emperador acudió al taller con los cortesanos más distinguidos y los dos pillastres levantaron los brazos, como si sostuvieran algo, diciendo:

- ¡Ved los pantalones! ¡El vestido! ¡La capa! Son tan finos como una tela de araña. Se diría que no se lleva nada, pero ahí está precisamente su gracia.

- ¡Es verdad el traje ha quedado espléndido! -decían los cortesanos sin ver nada, porque nada había que ver.

- ¿Tendrá Su Majestad Imperial la bondad de quitarse la ropa que lleva, para que podamos ayudarle a vestir el nuevo traje ante el espejo?

El emperador se desnudó y los dos truhanes simularon entregarle las nuevas prendas, haciendo, luego, como si le abrochasen y le atasen algo a la cintura. El emperador, mientras tanto, se miraba al espejo, volviéndose a un lado y a otro.

-¡Oh! ¡Qué bien le sienta! ¡Qué elegante! ¡Qué dibujos! ¡Qué colores! ¡Es un traje precioso! -decían todos-.

- En la puerta esperan a Su Majestad con el palio para ir a la procesión -dijo el maestro de ceremonias.

- ¡Estoy listo! ¿Verdad que me cae admirablemente?- Y se volvió a mirar otra vez en el espejo, simulando que se complacía en admirar sus galas.

Los chambelanes que habían de llevarle el manto se agacharon hasta el suelo, como si cogiesen la cola y, luego, fingieron sostener algo en sus manos, porque no querían exponerse a que creyeran que no veían nada.

El emperador se incorporó a la procesión bajo el solemne palio, y todas las gentes que le veían desde la calle o desde las ventanas de las casas, exclamaban:

-¡Qué magnífico traje lleva el emperador! ¡Qué cola tan larga! ¡Qué bien le sienta!

Nadie quería que los demás pensasen que no veía nada, para no descubrir o su estupidez o su incapacidad para el puesto que ocupaba.

- ¡Pero si no lleva nada puesto! -dijo un niño. Y unos y otros comentaron lo que el niño había dicho:

- ¡No lleva nada! ¡Un niño dice que no lleva nada puesto! ¡El emperador va desnudo!

Y el emperador se sintió muy incómodo, porque le parecía que tenían razón; pero pensó:

- Ahora que ya estoy aquí, debo seguir adelante.

Y se estiró con más arrogancia aún, y los chambelanes siguieron detrás, serios como siempre, llevando una cola que no existía.


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jueves, 23 de julio de 2009

El pescador y su mujer. (Cuentos ilustrados VII)


El pescador y su mujer.

(Adaptación del cuento de los hermanos Grimm).

Un pescador y su mujer vivían en una choza junto al mar. Un día al tirar de la caña, sacó un enorme rodaballo. El pez le dijo que le dejara con vida, que él era un príncipe encantado y que ni siquiera le sabría bien. Así lo hizo el pescador y volvió a su miserable choza.
Al enterarse de la historia su mujer, muy enfadada, le obligó a volver al mar para que le pidiera al pez una casa.

El hombre que no se atrevía a llevarle la contraria a su mujer, volvió a la orilla del mar. Luego llamó al rodaballo y le pidió lo que quería su mujer, y el pez se la concedió.
Cuando el hombre regresó se encontró con una preciosa casa. Pasó una semana, o quizá dos, y la mujer le dijo al marido que fuera de nuevo a buscar al rodaballo porque ella quería vivir ahora en un gran castillo de piedra. Discutieron, pero él volvió a la orilla del mar. El mar ya no estaba amarillo y verde, sino violeta y azul. El rodaballo le concedió el castillo. Pero su mujer de todo se cansaba y deseaba más y más. Y así, pidió convertirse en rey, y luego en emperador.

Pero también de ser rey y emperador se cansó. No estaba conforme con nada.
-Ahora que soy emperador, quiero ser papa y nada más. Ve a decírselo al rodaballo.
-¡Pero, mujer! ¡Qué cosas se te antojan! Papa, Papa, Papa sólo hay uno. Tú no puedes serlo, porque ya hay uno.
-Ve y dile que tengo que ser papa hoy mismo.

Cuando regresó del pedirle al rodaballo el nuevo deseo, el pescador se encontró con una enorme iglesia rodeada de un espléndido palacio. Todos los reyes y emperadores se arrodillaban ante su mujer y le besaban las sandalias. Pero ella aún no estaba satisfecha y su ambición no la dejó dormir en toda la noche.

Cuando vio que salía el sol y lanzaba sus primeros rayos, se le ocurrió una idea:
-¡Marido! ¡Levántate! Y vete a decirle al rodaballo que quiero ser como Dios.
-¡Ay, mujer! ¡El rodaballo no puede hacer eso! ¡Ya es suficiente ser papa!
Y le dio tal patada al pescador que éste se vistió y salió corriendo como un loco.

El mar se llevaba las rocas, retumbaban los truenos y culebreaban los relámpagos.
-¿Pero qué más quiere tu mujer?
-¡Ay! Ahora quiere ser como Dios.
-Vuélvete a tu casa: tu mujer está sentada en la pocilga que tenía al principio.
Y allí es donde viven desde entonces y hasta el día de hoy.

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jueves, 2 de julio de 2009

Seres Fantásticos II: Los duendes.



Los duendes.

De entre todas las criaturas fantásticas quizás sean los duendes los seres más traviesos. Por el día te dejarán en paz, pues es el momento que aprovechan para dormir, pero una vez que el sol se pone, se disponen a hacer de las suyas, despertando a los que quieren descansar gastándoles bromas pesadas. Si no creéis lo que os cuento, podéis preguntarle al señor Zacarías Well. El señor Zacarías Well se llevó toda la vida aguantando las travesuras de un duende burlón y caprichoso que vivía en su casa. Cuando llegaba la noche, el duende se dedicaba a bailar y a cantar; cuando no empleaba el tiempo en cambiar los muebles de sitio, se ocupaba en arrastraba cadenas por toda la casa, sin dejarle pegar ojo. El señor Zacarías Well no sabía qué hacer con aquella diminuta criatura. Había intentado por todos los medios deshacerse de él, pero sin ningún éxito.

Un día le hablaron de un hombre que conocía las costumbres de todas las criaturas mágicas del mundo y fue a hablar con él para que le ayudara. Durante tres semanas aquel hombre, que algunos consideraban brujo, estuvo rebuscando por toda la casa hasta que encontró un viejo relicario escondido en un rincón. Le contó al señor Zacarías que los duendes viven apegados a un objeto de la casa sin el que no saben vivir. Le dijo que alejando el objeto al que tenía apego, el duende también se alejaría. De modo que se llevó el relicario y lo escondió bien dentro en un cercano bosque y, de esta manera, desapareció el problema.

Sin embargo, al poco tiempo, el señor Zacarías Well le pidió al hombre al que todos consideraban brujo que le devolviera, por favor, el relicario. Éste no daba crédito a sus oídos. Y es que al señor Zacarías Well le habían bastado unos pocos días para darse cuenta de lo solo que se encontraba en aquella casa, y de que ya no sabía vivir sin el duende que le había acompañado durante toda la vida.



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lunes, 15 de junio de 2009

Incendio en los arrozales.


EL INCENDIO DE LOS ARROZALES


Había una vez un viejo muy sabio, que vivía en lo alto de una montaña, allá en el Japón. Alrededor de su casa, la tierra era llana y fértil y estaba toda cubierta de arrozales. Los arrozales pertenecían a la gente de un pueblecito situado más abajo, entre la alta montaña y el mar azul. Como la playa era tan estrecha, los campesinos habían hecho sus arrozales en la montaña. Todas las mañanas y todas las noches, el viejo y su nietecito que vivía con él, miraban el ir y venir de la gente en la estrecha calle del pueblo. Al pequeño le gustaban los arrozales, sabía que ellos le procuraban el alimento, y estaba siempre dispuesto para ayudar a su abuelo.

Un día, el abuelo estaba de pie ante la casa y miraba a lo lejos cuando, de pronto, vio algo muy extraño en el horizonte. Una especie de gran nube se levantó allí, como si el mar hubiera subido hacia el cielo. El viejo miró más fijamente y enseguida entró en la casa.

- ¡Yone! ¡Yone! Coge un tizón de fuego y tráelo aquí.

El pequeño Yone no comprendió para qué necesitaba fuego su abuelo, pero obedeció y llegó corriendo con un tizón. El viejo cogió otro y corrió hacia el arrozal más próximo. Yone le seguía extrañado. Pero, cuál no fue su espanto, al ver a su abuelo lanzar el tizón encendido en el campo del arroz.

-¡Oh, abuelo! ¿Qué haces?

-¡Deprisa, deprisa, echa el tuyo! ¡Prende fuego!

Yone creyó que su abuelo se había vuelto loco, y se puso a llorar; pero un niño japonés obedece siempre, de manera que, aún llorando, lanzó su antorcha en medio de las espigas, y una llama roja subió sobre los rastrojos, secos y apretados. El humo negro se elevaba hasta el cielo y las llamas se extendían devorando la preciosa cosecha.

Desde abajo, el pueblo vio aquel espectáculo y lanzó un grito de horror.

¡Ah! ¡Cómo corrían y trepaban todos a lo largo del sendero tortuoso! Ni uno solo quedó atrás. Cuando llegaron a la planicie y vieron sus arrozales devastados de aquella manera, gritaron con rabia:

- ¿Quién ha hecho esto? ¿Cómo ha sucedido?

- He sido yo quien lo ha incendiado.

- Es cierto. El abuelo lo ha incendiado.

La gente se acercó a él amenazándole con sus puños y gritando:

-¿Por qué, por qué? ¿Por qué lo has hecho viejo loco?

El viejo se volvió, y extendió la mano hacia el horizonte.

- Mirad allí.

Todos se volvieron y miraron. Y en el lugar donde el gran mar azul se extendía tranquilo unas horas antes, se levantaba ahora una espantosa muralla de agua desde la tierra hasta el cielo. No se oyó un solo grito. Aquella visión era terrible.

Unos momentos de espera... los corazones latían... y la muralla de agua rodó hacia la tierra y se abatió sobre la playa rompiéndose con un ruido espantoso contra la montaña. Una ola tras otra... no se veía más que agua; el pueblo había desaparecido.

Pero los habitantes se habían salvado. Y cuando comprendieron lo que el viejo había hecho, le rodearon de honores y cuidados, ya que gracias a su presencia de espíritu les había salvado del maremoto.


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martes, 2 de junio de 2009

Seres Fantásticos I: Las hadas.



Las hadas.

Preguntadle a alguien si cree en las hadas. Pocos confesarán que creen ellas, pero hubo un tiempo en el que el hombre y la naturaleza vivían en unión y las creía tan reales como nos son hoy un frigorífico o el televisor.

Cuentan que hace mucho tiempo, en el valle de Yorkshire, en Inglaterra, una lechera ordeñaba cada mañana las vacas de su granja, y era tan excelente la leche que daban, que todos sus vecinos disputaban por comprarla y que no les faltara. Pero esto unos años antes no era así. Veréis, la lechera notó que una de sus vacas, la mejor, había dejado de dar leche. No parecía enferma, sin embargo de sus ubres no se extraía ni una sola gota de leche. ¡Oh, misterio! La lechera recordó entonces un remedio que le había enseñado su abuela. Colocó en una esquina del establo un trébol de cuatro hojas, el cual tenía el don de alejar los malos espíritus. No sabía la pobre mujer que el trébol, si lo dejaba varias horas sin moverlo, anulaba la magia de las hadas y las hacía visibles a los ojos humanos. ¡Imaginaos la sorpresa que se llevó la lechera cuando descubrió a unas cuantas diminutas hadas que se llevaban en un cubo la leche de su vaca!

-¿Qué estáis haciendo? –les gritó.

Las hadas le contaron que la princesa Isayn había tenido un nuevo hijito y que no tenía leche suficiente para alimentarlo y el pequeño era muy tragón... Las hadas le prometieron que si les dejaba retirar la leche hasta que el bebé creciera, nunca le faltaría la leche en su granja.

Y así fue cómo la mujer consiguió hacerse con la mejor leche de la comarca, gracias a las hadas.



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sábado, 4 de abril de 2009

Nuevo espacio. Información.

A partir de ahora en cada entrada encontraréis un enlace a un espacio nuevo –un wiki-, donde se agrupan todos los cuentos publicados en los tres blog que mantengo. Las categorías en las que se agrupan los relatos son cuatro:

- Concursos escolares.

- Cuentos tradicionales.

- Cuentos actuales.

- Cuentos para adultos.

La navegación y la localización de los cuentos se facilita de esta manera y, además, en cada audio podréis encontrar el texto correspondiente sin necesidad de abandonar la página, como sucede ahora. Seguiré publicando en los tres blogs como siempre. Os dejo la dirección y el audio de recibimiento del nuevo espacio.


http://elmaestrocuentacuentos.wikispaces.com/




sábado, 28 de marzo de 2009

Hansel y Gretel. (Cuentos ilustrados 6)



Hansel y Gretel.

Érase una vez un pobre leñador que vivía cerca del bosque con su mujer y sus dos hijos que había tenido de su primera esposa. El niño se llamaba Hansel y la niña Gretel. Como no tenían nada que comer, la madrastra le dijo al leñador que al día siguiente abandonarían los niños en el bosque con un pedacito de pan porque si no todos mirirían. El padre protestó, pero acabó cediendo y se avino al plan de su mujer. Los niños lo escucharon todo y, cuando sus padres se quedaron dormidos, Hansel salió de la casa para recoger guijarros que guardó en los bolsillos de su chaquetilla. Al día siguiente, partieron para recoger la leña en el bosque. Hansel, de tanto en tanto, tiraba en el camino una piedrecita de las que llevaba en el bolsillo. Los padres hicieron una hoguera, les dieron un trozo de pan y les digeron que descansaran mientras ellos recogían leña. Los niños se quedaron profunadamente dormidos. Cuando salió la luna, los niños regresaron a su casa siguiendo el brillo de los guijarros que Hansel había tirado por el camino. Pasó el tiempo, volvió el hambre y de nuevo los niños fueron abandonados en el bosque. Pero esta vez Hansel tiró migas de pan por el sendero, los pájaros se las comieron y no pudieron encontrar el camino de regreso. Los niños estuvieron tres días perdidos en el bosque sin nada que comer. Al medio día del tercero, escucharon los trinos de un pájaro. Luego, revoloteó sobre ellos y les indicó con su vuelo un camino. Los niños le siguieron y llegaron a una casita cuyas paredes eran de panecillos, el tejado de galletas y las ventanas de caramelo. De repente, se abrió una puerta y una mujer, más vieja que las piedras, les dijo:
-¡Hola, queridos niños! Venid dentro y quedaod conmigo que nada malo ha de sucederos.
Se trataba de una bruja malvada que atraía a los niños, los mataba, los guisaba y se los comía. Las brujas tienen los ojos rojos y son bastante cegatas, pero tienen el olfato muy fino, como los animales.
A la mañana siguiente, agarró a Hansel y lo llevó a un corralillo donde lo encerró tras puerta de reja. Luego, despertó a Gretel y le gritó:
-¡Levántate, holgazana y ve a por agua para guisarle una buena comida a tu hermano que hay que engordarlo! ¡Cuando esté bien gordo me lo comeré!
Cada mañana comprobaba si Hansel engordaba y éste la engañaba sacando por la reja un delgado huesecillo... Un día, la bruja le dijo a Gretel que abriera la puerta del horno para meter el pan. Ella se dio cuenta que lo que quería era meterla dentro para asarla y le dijo que no sabía cómo se hacía.

-¡Apártate niña tonta! ¡Mira, así se hace!


Y la vieja se agachó, abrió el horno y entonces Gretel la empujó, la metió bien dentro, cerró la puerta y corrió el pestillo. La maldita bruja se consumió miserablemente. Luego, fue en busca de su hermano, recogieron perlas y piedras preciosas que tenía la vieja, y comenzaron a correr para salir de aquel bosque embrujado. Finalmente, llegaron a lo orilla de un gran río.

¡No tenían con qué cruzarlo! Gretel vio un pato blanco y le dijo:

-Ven, patito mío,
que Hansel y Gretel,
han llegado al río.
No hay puente,
no hay vado,
en tu blanco lomo,
llévanos a nado.

El pato los cruzó uno a uno. Caminaron un buen rato y salieron del bosque hasta que llegaron a la casa de su padre. Éste no había tenido ni un momento de alegría desde que los abandonó en el bosque y su mujer había muerto. Las piedras y las perlas rodaron por toda la habitación y allí acabaron todas sus penas.


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sábado, 28 de febrero de 2009

Mínimo.


MíNIMO


Cuentan que hace mucho tiempo, en un hermoso valle, el valle de Buenasuerte, existía un reino en el que todos sus habitantes vivían felices, por poco que tuvieran. Los ríos desbordaban peces, y el bosque estaba repleto de animales. Y enn primavera, los verdes campos de trigo se mecían como olas por el viento fresco y suaves que los recorría.

Pero también cuentan que un día, unas nubes plomizas y frías, se adueñaron del reino de Buenasuerte y con ellas, también llegaron el miedo y la desconfianza.

Un niño, que se llamaba Mínimo, y que era tan delgado y esbelto como una espiga de trigo, sintió dentro de su pecho el eco de las últimas palabras de su buen amigo el cordelero, que antes de morir le dijo así:

- Mínimo, amigo mío, pronto voy a morir. Ven y toma esta cuerda para cuando quieras llegar más alto. Pero recuerda, Mínimo, que sólo tienes que usarla en beneficio de todos.

Y Mínimo, aún con lágrimas en sus ojos, cogió la cuerda y dirigiéndose a lo más espeso del bosque, se situó delante el árbol más alto; trepó por el como un gato hasta la copa y ya allí, esperanzado, tomó la cuerda entre sus manos y le dijo así:

- ¡Soguita, ténsate!

Y la cuerda se tensó. Y Mínimo comenzó a subir, y a subir y a subir..., hasta que llegó a las nubes, y les habló a ellas; pero ellas no le respondieron. Esperó a que el sol se colgara en el cielo y decidido le habló así:

- ¡Hola, sol, soy yo Mínimo!

- ¡Hola, pequeño! ¿Qué te trae por aquí?

- He venido a hablar con las nubes para que se vayan, pero ellas no me responden.

-Y, ¡cómo quieres que te respondan las nubes! Las nubes no hablan. Además, eso no es problema de las nubes; eso es problema del viento. El viento fresco y suave que antes soplaba por aquí y ya no sopla. Por eso ya no es para nosotros Vientón Fresco Suave, sino Soplón Vago.

-Pero, señor, nosotros pasamos hambre y frío...

-Ve y habla con él, aunque no creo que te eche mucha cuenta: Anda últimamente muy deprimido. ¡Suerte, pequeño! Estoy deseando de volver a ver vuestro hermoso valle para ponerlo bien calentito en primavera...

- ¡Gracias, sol!

Y Mínimo, dirigiendo sus pasos hacia lo más oscuro de las nubes, se encontró con un rostro que no era otro que el de "Soplón Vago"...

-¡Ahhhhh.... ! No tengo fuerzas ni para respirar...; me falta el aire para soplar.

-¡Eh, Soplón Vago, soy yo, Mínimo!

-Sííí..., bien pequeño que eres.

-Desde que usted no sopla, las nubes no se van.

-¡Qué pena, qué pena, qué pena…!,

que no podáis volver a ver el sol en primavera,

pero desde que se fue mi dulce amor,

mi vida ha dejado de tener

sentido

y ya no halla mi alma cuidados.

Y Mínimo, comprendiendo lo que necesitaba Soplón Vago, le dijo así:

-Señor, se me ocurre una idea: Si usted sopla una vez, para que las nubes se vayan, me iré contigo.

- ¿Me ofreces compañía?, ¡me ofreces compañía! Ah, bueno, entonces soplaré.

Y, de esta manera, se fueron las nubes del valle de Buenasuer­te..., y con ellas también se fue Mínimo. Su vida transcurría así: Cuando tenía hambre, lentamente Soplón Vago bajaba sobre las copas de los árboles y Mínimo recogía los frutos más maduros; cuando tenía sed, Soplón Vago hendía su lengua en el río y Mínimo en un remanso su sed sosegaba.

Un día, Soplón Vago percibió:

-¡Qué agradable perfume! ¡Aquí entran ganas de respirar y soplar!

Un viento, con el suave aroma a limón de la yerbaluisa, había prendido el corazón de Soplón Vago y Mínimo, comprendiendo que su amigo se había enamorado, le dijo así:

- Soplón Vago, ya no me necesitas. Devuélveme a mi reino y regresa con ella.

Y, Soplón Vago, que ya no era tan vago, tomando a su fiel compañero, lo elevó al aire, y sabiendo que le daba el último paseo, lo dejó en la copa del árbol por la que él había subido al cielo.

Y, colorín colorado, este cuento se ha terminado.


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martes, 10 de febrero de 2009

La flor de lililá.

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LA FLOR DE LILILA.

Había una vez un rey, que de tanto llorar la pérdida de su amada, se le secaron las lágrimas, y se quedó ciego. Los médicos dijeron que sólo la flor de Lililá podría curarlo. Pero nadie sabía dónde estaba esa flor. El rey mandó entonces a sus tres hijos a buscar la flor por todas partes y les dijo que aquél que se la trajera heredaría su corona.

Salió el hijo mayor en su caballo, y encontró por el camino a una pobre vieja que le pidió pan. Y él le dijo de muy malos modos:

- ¡Apártate de mi camino vieja bruja!

Siguió adelante pero pronto halló la desgracia. Se cansó de andar de un lado para otro sin llegar a ningún sitio, y cuando quiso volver atrás ya era demasiado tarde.

Al ver que no regresaba, salió en su caballo el de en medio a buscara a la flor. También se encontró con la misma pobre vieja y al pedirle pan, su respuesta fue idéntica:

- ¡Apártate de mi camino vieja bruja!

El bosque sin caminos se lo tragó como al primero.

Al ver que sus hermanos no llegaban, cogió el más pequeño su caballo y salió a probar suerte. Se encontró con la misma pobre vieja, que le pidió pan, y el muchacho le dio una hogaza entera. La vieja le preguntó:

- ¿Qué andas buscando, hijo?

- La flor de Lililá, para curar a mi padre enfermo.

La vieja sacó un huevo y le dijo:

- En el camino encontrarás una enorme piedra negra. Estrella el huevo contra ella y se abrirá un hermoso jardín donde está la flor. Pero has de tener cuidado porque lo guarda un león. Si tiene los ojos abiertos es que está dormido, y podrás pasar; pero si el león tiene los ojos cerrados es que está despierto.

Al día siguiente, el príncipe encontró la piedra negra. Estrelló el huevo y un hermoso jardín se abrió ante sus ojos, donde estaba la flor de lililá, que era blanca y resplandeciente y olía a gloria. El león tenía los ojos abiertos; podía pasar. Y cuando las yemas de sus dedos fueron a tocar el tallo, la flor se desprendió y se acostó en su mano.

Ya de regreso se encontró con sus dos hermanos. Se pusieron muy contentos al saber que el pequeño llevaba la flor de Lililá. Pero luego pensaron que si lo mataban y le quitaban la flor, ellos se repartirían el reino. Y aquella noche de luna llena, con un cuchillo tan frío como el hielo, los dos hermanos lo mataron, le quitaron la flor y lo enterraron. Pero…, un dedo quedó fuera, y de este dedo creció una caña y un pastor que la vio, la cortó, y se hizo una flauta. Al tocarla sonó una canción que decía así:

"Pastorcillo, no me toques,

ni me dejes de tocar,

que me han muerto mis hermanos,

por la flor de Lililá.”

El pastorcillo siguió tocando y llegó al pueblo. Entonces la canción llegó a oídos del rey, que ya había recuperado la vista con la flor, y mandó llamar al pastorcillo. Le pidió la flauta para tocarla y la canción dijo:

"Padre mío no me toques,

que tendré que denunciar

que me han muerto mis hermanos,

por la flor de Lililá."

Y el rey entonces comprendió lo que había pasado. Fue corriendo al lugar donde el pastor había cortado la caña y desenterró a su hijo que resucitó. El rey, abrazado a su hijo, pronunció estas palabras

- He aquí a mi heredero. Esta es mi voluntad: ¡Que mis dos hijos traidores, vayan al destierro!


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